El bruxismo se describe como una parafunción donde la mandíbula realiza movimientos no funcionales durante el día y/o durante la noche de forma voluntaria o involuntaria. En estos movimientos siempre están involucrados los dientes, que se ponen en contacto con sus antagonistas produciendo un apretamiento o rechinamiento.
El bruxismo es un trastorno que afecta a más de un 20% de la población, independientemente de la edad. Hay numerosos factores que han sido atribuidos como causas del bruxismo en adultos; sin embargo, no existe un acuerdo unánime.
Los más relevantes son los de origen psicológico, odontológico, los relacionados con el sueño, genéticos y también vinculados a la salud general. Normalmente ninguno de estos actúa de forma de aislada, sino de manera conjunta.
En el caso de los niños es diferente; El bruxismo infantil es en realidad un fenómeno que ocurre muy frecuentemente durante el desarrollo de la dentición, y lo normal es que desaparezca por sí mismo en el momento en el que salen los dientes permanentes.
Se trata de un proceso fisiológico normal, una manera de estimular la formación muscular y ósea.
Se puede hablar de dos tipos de bruxismo básicos: el céntrico (apretamiento) y excéntrico (frotamiento). También puede ser diurno y nocturno. En líneas generales podríamos decir que el bruxismo diurno suele ser más apretador que rechinador, el bruxismo nocturno puede darse de ambas maneras.
El bruxismo infantil suele ir desapareciendo progresivamente al salir las muelas permanentes y dientes incisivos. Si en la adolescencia ese apretamiento dental persiste, conviene que valorarle de nuevo.
Aunque es difícil precisar cifras, se estima que alrededor de un 80% de los niños ha manifestado en algún momento síntomas de bruxismo a lo largo de su infancia, pero que la mayoría de estos casos desaparece con el recambio dental.